El Poder de la Oratoria

Hace poco, me encontré a una antigua compañera de la que hacía tiempo no sabía nada. Charlamos un rato tomando un café, y me enteré que ahora vive en Miami de Florida, en los Estados Unidos de América, y ya no se dedica al periodismo, porque tiene una academia en la que da clases de oratoria a ejecutivos. Al parecer, en Estados Unidos le dan mucha importancia a saber hablar bien en público. Tener buena retórica, saber decir bien las cosas y llegar al público, ya sean clientes o espectadores. Y según me contó, los políticos, aunque parezca mentira, no le dan tanta importancia a esta faceta como lo ejecutivos y empresarios. Quizá porque piensan que ya está todo el pescado vendido y no necesitan seducir tanto con su palabra. No me supo explicar bien el por qué sus clases de hablar en público son mejor recibidas por empresarios que por políticos, teniendo en cuenta que ambos venden algo; ideas o productos, me da igual, pero son vendedores.

Lo que sí está claro es que hablar bien en público siempre fue muy importante. Cicerón ha pasado a la historia porque era un orador brillante. En España dejó huella como orador Emilio Castelar, que fue un político muy destacado de finales del siglo XIX y que dio origen a la frase: “Hablas mejor que Castelar”.

Jamás entendí por qué a los profesores, a todos los profesores, desde los de primaria hasta los de Universidad, nadie les exige que sepan comunicar a sus alumnos.

Durante muchos años, en los Seminarios, los futuros sacerdotes estudiaban fórmulas retóricas para tener una oratoria brillante y convencer a los feligreses para que se alejaran de las tentaciones del pecado. Un cura que hablara bien desde el púlpito era un valor seguro para llenar iglesias y conseguir que los cepillos rebosaran de dádivas y limosnas. Siguiendo con la religión, que les digan a los pastores baptistas, anabaptistas y otras confesiones cristianas de diversa índole y condición, lo importante que es hablar bien en público. Hasta hay telepredicadores, o sea sacerdotes que llevan la palabra de Dios, su palabra de Dios, ojo, desde un canal de televisión. Si no hablaran bien, si no tuvieran ese poder de convicción con la palabra, todo se iría al garete.

Saber hablar bien en público no deja de ser una variante más, un ingrediente importante de algo tan sencillo como saber comunicar. Por eso jamás entendí por qué a los profesores, a todos los profesores, desde los de primaria hasta los de Universidad, nadie les exige que sepan comunicar a sus alumnos. Una cosa es saber mucho de una materia y otra saber enseñarla. Y para saber enseñarla hay que saber comunicarla y dentro de la comunicación está el saber hablar en público. Pero eso en la enseñanza jamás se valoró porque al parecer se da por supuesto como el valor en los militares y toreros. Y no, hay muchos militares y toreros cobardes, como demasiados profesores que no saben enseñar.