DAVID SERNA Y LAS ACEITUNAS QUE LE DABA SU ABUELITO

Las Aceitunas que le daba su Abuelito

Siempre me gustó el vermú o vermut. Un vino macerado, que no un licor como piensa alguna gente. Una bebida típica para el aperitivo, sobre todo del de antes de comer. De hecho está la frase hecha: “tomar el vermut”, como sinónimo de tomar el aperitivo. Es más, hasta están las sesiones vermut que son esos espectáculos, sobre todo conciertos musicales que se celebran entre las 2 y 3 de la tarde, justo a la hora de tomar el vermut.

Me gusta el sabor del vermut desde que era un crio y vivía en mi Palencia natal. No es que bebiera vermut, que no, que va a ser que no, pero mi abuelito Enrique me daba siempre las aceitunas rellenas que le ponían en su vermut. Dos aceitunas rellenas de anchoa pinchadas cada una en un extremo de un palillo y que para mí era como un premio, una recompensa por no haber sido muy travieso. Y me gustaban muchísimo aquellas aceitunas rellenas remojadas en vermut; un sabor sinigual. De hecho los domingos por la mañana iba con mi abuelo a dar una vuelta por Palencia y al regreso, en el bar Colón (enfrente de casa), que yo llamaba el bar de Juanito, porque así se llamaba su dueño y camarero, nos esperaba precisamente Juanito con el vermut ya preparado para mi abuelo y las dos aceitunas rellenas dentro, que eran evidentemente para mí. Desde entonces siempre he tenido una muy buena relación con esta bebida, sobre todo con el vermut rojo, con el blanco un poco menos, la verdad.

Por supuesto que los que tomaban vermut eran mis padres, pero yo me comía, como debe ser, sus aceitunas rellenas pinchadas en un palillo y remojadas en vermut.

Cuando vine a vivir a Oviedo también los domingos por la mañana, después de la misa de 12 (inevitable) iba con mis padres precisamente a tomar el vermut y había dos sitios que eran famosos por tener entre sus especialidades esta bebida: La Paloma, primero en la calle Argüelles y luego en Independencia, donde afortunadamente sigue. Y también estaba Logos (y su vermut solera), que me encantaba, en la calle San Francisco. Por supuesto que los que tomaban vermut eran mis padres, pero yo me comía, como debe ser, sus aceitunas rellenas pinchadas en un palillo y remojadas en vermut.

DAVID SERNA Y LAS ACEITUNAS QUE LE DABA SU ABUELITO
DAVID SERNA Y LAS ACEITUNAS QUE LE DABA SU ABUELITO

Durante mucho tiempo, pero mucho, mi copa de noche era un ‘cubata’ de ginebra con Cola hasta que descubrí que precisamente el gin era el causante de que al día siguiente tuviera unas flojeras de tránsito intestinal muy poderosas; o sea que sufría unas cagaleras de aúpa y entonces decidí cambiar de copa y como me gustaba mucho el vermut comencé a tomar de copa nocturna vermut, lo que provocaba la risa de mis amigos que no entendían por qué tomaba ese vino y no ron, vodka, güisqui o Licor 43, por ejemplo. Pero es que me gusta y gustaba el vermut y ya está.

Durante un tiempo no es que pasara de moda, es que se quedó un poco ahí, un poco fuera de foco, fuera de las corrientes habituales hasta que, por esas casualidades de la vida, ha regresado a primer plano con más fuerza que nunca. Jamás estuvo tan de moda el vermut como ahora. Jamás hubo tantas marcas de vermut. Jamás hubo tantos vermuts donde elegir en los supermercados y son muchísimos los bares que lo preparan especialmente, en los que puedes elegir varios tipos, varias marcas; dulces, secos, rojos, blancos y hasta ‘compuestas’ y/o ‘combinados’ con el vermut como piedra angular.

Aunque eso sí, ahora las aceitunas son para mí, salvo que estén Vera y León, mis nietinos y entonces sí que las olivas rellenas de anchoa pinchadas en un palillo son para ellos y así se repite la historia del abuelito Enrique y de alguna manera se cierra el ciclo y yo feliz.