El Dilema de las Redes Sociales, el Documental Más Sesgado de Netflix
“Nada grande acontece en la vida de los mortales sin una maldición”. Con esta cita de Sófocles, que definirá lo que se verá en los próximos noventa y cuatro minutos, comienza el documental de Jeff Orlowski, el cual penetra en las entrañas de las redes sociales.
A través de los testimonios de figuras muy importantes de Silicon Valley —extrabajadores de Google, Facebook, Twitter, etc.— el espectador conoce, no sin cierto alarmismo, las pretensiones de estas empresas para con los usuarios. Estas experiencias personales, encabezadas por citas célebres que marcan el desarrollo del relato, son el hilo conductor del mismo, a las que se añaden escenas intercaladas con actores y actrices que interpretan una historia familiar en la que el uso de las redes sociales protagonizan su día a día. Este último punto, lejos de convertir el largometraje en algo más ameno, le resta credibilidad por lo forzoso y ficticio de la historia, algo que se verá incrementado por otros aspectos que se comentarán más adelante.
Profesionales y estudiosos del sector convergen al señalar lo problemático de los algoritmos para la sociedad
Tristan Harris —exdirector ético de diseño de Google— y otros profesionales y estudiosos del sector convergen al señalar lo problemático de los algoritmos para la sociedad: recogen cantidades ingentes de información personal, manipulan con el fin de vender según qué productos e ideas y generan adicción junto con otros perjuicios psicológicos. Aunque no en sí mismos, son una amenaza existencial a causa de la falta de ética con que son utilizados por la máquina capitalista.
Esta visión sesgada y populista de las redes sociales se centra en su deshumanización sin aportar soluciones materiales para acabar con las fake news, la utilización irresponsable e inmoral de los datos, la negativa repercusión en la autoestima de los jóvenes o los ciberataques, entre otros —lo cual sería viable al contar con una plantilla de autoridades en el sector—, y pasa por alto las muchas ventajas de estas herramientas de conexión a nivel individual (comunicación instantánea, entretenimiento, información, difusión…) y desde el punto de vista del mercado. Es decir, no presenta ningún dilema como el título indica, sino que muestra un único y negativo planteamiento. Y, para más inri, la crítica encarnizada se lleva a cabo desde el gigante Netflix, plataforma de streaming que se beneficia recurriendo a estas mismas prácticas de persuasión mediante un potentísimo algoritmo que recoge datos de sus usuarios.
Por tanto, hubiese sido más coherente ceder al espectador la responsabilidad de extraer sus propias conclusiones sin guiarlo, de manera tan burda, hacia una prefijada lectura casi apocalíptica de lo que se expone, ya que si se echa en falta perspectiva crítica en el empleo de las redes sociales, resulta una incongruencia condicionar así el concepto que se tiene de las mismas.